Alimentar mejor el planeta luchando contra las enfermedades animales

Las recientes tensiones motivadas por el hambre en varios países en desarrollo han puesto de manifiesto crudamente la dificultad de ajustar la oferta y la demanda mundiales de alimentos.

La competición ligada a la utilización de las tierras agrícolas y de los bosques se incrementa al ritmo que crece la población humana mundial: 7.000 millones de habitantes hoy, 9.000 millones en 2050. Las tierras agrícolas y los bosques están igualmente amenazados por la urbanización, los equipamientos públicos como las rutas y los parques de ocio, pero también por las producciones no alimentarias como los biocarburantes o los cultivos destinados a los productos textiles (lino, algodón, yute) que compiten con los textiles sintéticos, en general producto de la petroquímica.

En lo que respecta a la producción animal, se sabe que la demanda mundial de proteínas animales (leche, huevos, carnes) se incrementará en un 50% de aquí a 2020, aunque el crecimiento económico de estos últimos años se estabilice. Más allá del incremento de la población humana (esencialmente en los países en desarrollo), esta demanda creciente se explica por el acceso a la clase media de cientos de millones de hogares pobres en los países emergentes.

Dichos hogares cambian de régimen alimentario y consumen tres comidas al día incorporando mucha más leche, huevos o carne que antes.

Esta considerable demanda mundial de proteínas animales solo se podrá satisfacer si se intensifica la producción pecuaria. Y los riesgos sanitarios y ambientales ligados a esta intensificación no se podrán controlar sin una reglamentación cada vez más estricta y unos Servicios Veterinarios capaces de hacerla aplicar en su campo de competencia.

Cabe observar asimismo que actualmente más de mil millones de personas en el mundo que responden a los criterios de pobreza, ejercen una actividad económica relacionada con la ganadería. Los animales constituyen su fuente de proteínas nobles para la alimentación pero también de trabajo (tracción, labranza, sistemas de irrigación), de ingresos monetarios y de valiosos fertilizantes naturales.

Todos estos grupos sociales pagan un alto precio a las enfermedades animales. Aunque son pocos los estudios disponibles, las pérdidas ligadas a las diversas patologías animales pueden estimarse a nivel mundial en más del 20% como media.

Reducir la incidencia de estas patologías constituye pues una de las prioridades a considerar para alimentar el planeta. Para ello, se requiere una voluntad política clara que la OIE y sus socios como la Organización de las Naciones Unidas par la Agricultura y la Alimentación (FAO) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) deben suscitar a nivel mundial. El acceso a una alimentación suficiente y de calidad no es en verdad un problema agrícola únicamente sino también un problema mundial de salud pública que se ha de tratar como tal.

El acceso para todos a las proteínas animales nobles puede facilitarse en gran manera reduciendo las pérdidas ligadas a las patologías animales; conviene asegurarse efectivamente de que los países disponen de Servicios Veterinarios de calidad capaces de hacer aplicar las legislaciones sanitarias en colaboración con los ganaderos y criadores. Éstos, por su parte, deben poder beneficiarse permanentemente de mecanismos de indemnización rápidos y equitativos en caso de sacrificio de sus animales con fines sanitarios, de una formación adecuada sobre los dispositivos de lucha contra las enfermedades animales y de una información completa sobre la necesidad de trabajar junto con los veterinarios. A este efecto, la OIE ha adoptado normas relativas a la calidad y a la eficacia de los Servicios Veterinarios.

Cabe señalar también que el control de la calidad sanitaria de los alimentos de origen animal así como la prevención de los riesgos biológicos que entrañan (bacterias, virus, parásitos, toxinas) suelen ser de competencia de los Servicios Veterinarios en la mayoría de países. Un documento elaborado en colaboración con otros organismos internacionales pertinentes en este ámbito fue presentado a la Asamblea General de Delegados nacionales de los Países y Territorios Miembros de la OIE y aprobado en mayo de 2008 (“Papel de los Servicios Veterinarios en materia de seguridad sanitaria de los alimentos”).

En materia de métodos de lucha contra los patógenos animales, disponemos ciertamente de herramientas eficaces para controlar algunos de éstos, pero queda mucho trabajo por hacer a fin de reducir de manera significativa las pérdidas actuales en la producción animal, en particular mediante la puesta a punto de nuevas vacunas, medicamentos y pruebas de diagnóstico.

Se sabe que las asociaciones público-privadas son indispensables para acelerar los programas de investigación destinados a poner a punto herramientas idóneas para reducir las pérdidas ligadas a las diversas patologías animales, incluidas aquellas transmisibles al hombre. No obstante, el coste de esta investigación es tal que incluso las empresas multinacionales ya no se animan a emprender la puesta a punto de los productos necesarios. La intervención pública es pues indispensable y deseable en ese ámbito, ya que esta acción se integra claramente en el concepto de Bien Público Mundial.

La OIE tiene la obligación de sostener, incluso de suscitar estas evoluciones, que serán facilitadas si se aprovecha sin tabú, aunque tomando las precauciones necesarias, el fantástico potencial ofrecido por las biotecnologías, especialmente en el campo de la vacunología. La OIE ya ha abordado este aspecto, y sus expertos están trabajando para presentar sus primeras recomendaciones a las Comisiones Especializadas de la OIE y a la Asamblea General de Delegados nacionales de la Organización.

Dada la importancia de este tema, no dejaré de aportarles más comentarios sobre los progresos realizados en la materia.