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12 de noviembre de 2020 - El riesgo de que animales susceptibles, como los visones, se conviertan en un reservorio de SARS-CoV-2 genera preocupación en todo el mundo, ya que podría suponer un riesgo continuo para la salud pública y dar lugar a futuros episodios de propagación a las personas. Los recientes hallazgos de la vigilancia en Dinamarca sugieren que el virus del SARS-CoV-2, introducido en los visones por contacto con humanos, está evolucionando por mutación viral y se ha reintroducido en los humanos.
La OIE reconoce que este tipo de eventos podrían tener importantes repercusiones en la salud pública. Si bien, en la actualidad, la pandemia de COVID-19 se sostiene por una transmisión de persona a persona, existe la preocupación de que la introducción y circulación de nuevas cepas del virus en el hombre pueda dar lugar a modificaciones en la transmisibilidad o la virulencia, además de causar una disminución de la eficacia de los tratamientos y las vacunas. No obstante, aún se desconocen todas las consecuencias y es necesario proseguir las investigaciones, con el fin de comprender plenamente el impacto de estas mutaciones.
Es imperativo que exista una estrecha colaboración entre las autoridades de sanidad animal y las de salud pública para identificar mejor y reducir el impacto de esta enfermedad. Además, se necesita un enfoque global “Una sola salud” para comprender los riesgos para la sanidad animal y la salud humana, así como para la salud de los ecosistemas como un todo.
La OIE convoca a los países para que protejan la sanidad y el bienestar de los animales y, por consiguiente, la salud pública, aplicando medidas eficaces de gestión del riesgo. Se deben tomar medidas destinadas a:
Con el fin de apoyar a los países en la implementación de dichas medidas, la OIE elaboró recomendaciones dirigidas a quienes trabajan con animales de granja susceptibles, así como con mamíferos silvestres en la era de la pandemia de la COVID-19.
La OIE seguirá colaborando con sus miembros, expertos y socios, en particular con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con la intención de actualizar la orientación técnica a medida que surjan nuevos hallazgos e información científica.
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