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La fiebre Q es una enfermedad muy extendida, provocada por la bacteria Coxiella burnetii, que infecta a mamíferos, aves, reptiles y artrópodos. En rumiantes produce una enfermedad leve; en bovinos, ovinos y caprinos ocasiona abortos y muertes prenatales.
Se trata de una zoonosis, es decir, de una enfermedad animal que infecta a los seres humanos.
De conformidad con el Código Sanitario para los Animales Terrestres de la OIE, la fiebre Q está inscripta en la Lista de la Organización y, en cumplimiento de ese Código, los Países y Territorios Miembros tienen la obligación de notificar los focos de la enfermedad.
C. burnetii se disemina en la leche, orina y heces. Pero las mayores concentraciones de las bacterias se detectan durante la parición, pudiendo alcanzar hasta 1.000 millones por centímetro cúbico en el líquido amniótico y la placenta.
En el medio ambiente, las bacterias adquieren una forma semejante a una espora pequeña, densa y muy resistente, que soporta el calor y la desecación. Contaminan el polvo y el viento puede transportarlas hasta lugares muy alejados. Son tan infecciosas que la inhalación de un solo organismo puede provocar la enfermedad clínica en animales y personas.
Habitualmente, los brotes aparecen cuando los fluidos de una parición o aborto contaminan el medio ambiente.
La fiebre Q también se propaga por conducto de las garrapatas, que transmiten las bacterias de animales infectados a otros susceptibles. Como C. burnetii se disemina en sus heces, las garrapatas también contaminan el medio ambiente. Debido a que las bacterias están igualmente presentes en la leche de los animales infectados, el consumo de leche infectada sin pasteurizar constituye también una vía de transmisión.
La fiebre Q es una zoonosis peligrosa debido a su elevada infectividad en seres humanos que amenaza a veterinarios, personal de laboratorios y mataderos, así como a criadores. Exámenes han demostrado que un importante número de personas que trabajan con ganado ha desarrollado anticuerpos, lo que índica exposición al organismo.
Menos del 50% de las personas infectadas contrae la enfermedad y la mayoría de las infecciones son leves. Pero los casos humanos pueden presentar fiebre alta, cefalea, dolores musculares, dolor de garganta, náuseas, vómitos, así como dolores de pecho y estómago. La fiebre puede perdura 1-2 semanas y provocar neumonía y trastornos hepáticos. Para tratarla es preciso administrar un tratamiento antibiótico de larga duración.
La forma crónica aguda y debilitante de la enfermedad, que con frecuencia es mortal, se diagnostica en un bajo porcentaje de casos. Las personas más vulnerables son quienes carecen de sistema inmune o padecen valvulopatías. La fatiga crónica es también un síndrome posterior a la fiebre Q.
De las infecciones de laboratorio que afectan con mayor frecuencia a los seres humanos, la fi ebre Q es la segunda. Se han notificado varios brotes en los que se contagiaron 15 o más personas.
burnetii afecta principalmente a bovinos, ovinos y caprinos a los que habitualmente provoca una enfermedad leve. Los abortos al final de la gestación son la consecuencia más grave.
En las muestras procedentes de abortos o animales infectados, el diagnóstico se confirma mediante la detección de las bacterias o, con mayor frecuencia, se procede a detectar los anticuerpos con pruebas serológicas conformes a las normas que figuran en el Manual de Pruebas de Diagnóstico y Vacunas para Animales Terrestres de la OIE.
En las regiones donde la infección es muy común se procede a la vacunación de los animales.
Por lo general, las medidas sanitarias para eliminar las descargas vaginales del parto y postparto, así como la limpieza y desinfección del lugar de la parición, impiden la propagación de la enfermedad.
Como se indica en el Manual de Pruebas de Diagnóstico y Vacunas para Animales Terrestres de la OIE, para manipular a C. burnetii en los laboratorios es preciso aplicar controles rigurosos y las normas correspondientes al nivel 3 de bioseguridad.
La fiebre Q se diagnosticó por primera vez en 1935, en Australia. Desde entonces se ha detectado su presencia en todas partes del mundo, a excepción de Nueva Zelanda. Los bovinos, ovinos y caprinos son los principales reservorios de C. burnetii. La infección se ha diagnosticado en una gran cantidad de animales domésticos, comprendidos perros, gatos, conejos, caballos, cerdos, camellos, búfalos, roedores y algunas aves; todos ellos pueden ser portadores asintomáticos y transmitir la infección a seres humanos.